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Confiando en Su Palabra - Parte 2

He aquí, Dios es el que me ayuda...


Recuerdo dos historias. Son historias reales. Están allí en los escritos antiguos.

Una es la historia de Agar e Ismael. Ellos  eran madre e hijo y formaban parte de una familia extendida donde el padre de Ismael tenía dos esposas y dos hijos. Uno de esos hijos era Ismael. Y su madre era una sierva. Sierva de la  otra esposa. Situación complicada tanto para aquella época como para la actual.  Por conflictos entre esposas e hijos, el padre despide a la sierva y a su hijo Ismael, no sin antes  darles comida y agua para el camino de desierto que debían andar. Lo expresan mejor las palabras de La Biblia:

...Ella se fue, y estuvo caminando sin rumbo por el desierto. Cuando se acabó el agua, dejó al niño debajo de un arbusto y fue a sentarse a cierta distancia de allí, pues no quería verlo morir. Cuando ella se sentó, el niño comenzó a llorar. Dios oyó que el muchacho lloraba; y desde el cielo el ángel de Dios llamó a Agar y le dijo: «¿Qué te pasa, Agar? No tengas miedo, porque Dios ha oído el llanto del muchacho ahí donde está.  Anda, ve a buscar al niño, y no lo sueltes de la mano. Entonces Dios hizo que Agar viera un pozo de agua. Ella fue  y dio de beber a Ismael.  Dios ayudó al muchacho, el cual creció y vivió en el desierto y llegó a ser un buen tirador de arco. (Génesis 21:14-21)

Otra vez no puedo siquiera imaginar cuánto  dolor el de Agar, una mujer desestimada, abandonada, despedida y dejada sola por el desierto. Una mujer que no estaba sola, sino que además tenía un hijo, que estaba en la misma condición que ella y que además estaban ambos muriendo de sed y seguramente también de hambre. Los escritos  nos hablan del llanto del niño y de la conmoción de su madre, pues dice que “fue a sentarse  a cierta distancia pues no quería verlo morir”…

Nadie puede juzgar esto. Solo trato de mirar lo más cerca posible. Y aunque intente ponerme en su lugar no puedo hacerlo, no puedo dimensionar con certeza lo que se  siente en momentos así. Pero estoy segura que algunas personas, hombres o mujeres pueden comprender claramente, muy bien cómo se sentía Agar y su hijo, porque han pasado por situaciones parecidas.

Pero hay algo en lo que sí puedo  ponerme a la par de Agar e Ismael, y es  en la certeza de las palabras que están registradas en los escritos antiguos: “Dios oyó y Dios ayudó al muchacho y Dios le dio a Agar la ayuda que ella necesitaba: el agua para no morir de sed.

La otra es la historia de un hombre. Un padre de familia. Si. Un padre, al que le dicen “el niño, tu hijo recién nacido morirá”. Ese padre era un rey, David el rey de Israel.

Creo que no hay contexto en palabras que pueda expresar el dolor que él pudo haber sentido. Al menos yo no puedo pensar en algún contexto. Porque cada padre o madre que transita por ese dolor lo vive o sobrevive de una forma distinta. No obstante, los escritos antiguos registran el contexto del instante en que él recibe la noticia y los días que le siguieron. Así dice la Palabra de Dios:

David oró a Dios pidiendo que salvara al niño; no comía y pasaba las noches de rodillas en el suelo, delante del Señor.  Sus consejeros le rogaban que se levantara y comiera con ellos, pero él se negaba a hacerlo.
Al séptimo día el niño murió, y los siervos de David tenían miedo de decírselo. «Si estaba tan quebrantado por la enfermedad del niño —decían— ¿qué será de él cuando le digamos que el niño está muerto?».  Pero cuando David vio que estaban hablando en secreto, sospechó lo que había ocurrido, y les preguntó:
―¿Ha muerto el niño?
―Sí, ha muerto —le respondieron.
David se levantó del suelo y se lavó, se cepilló el cabello, se cambió la ropa, entró en el Santuario y adoró al Señor. Luego regresó al palacio, y comió. Sus servidores estaban asombrados.
―¡No lo comprendemos! —le dijeron—. Mientras el niño aún vivía usted lloraba y se negaba a comer, pero ahora que el niño ha muerto, usted ha dejado de llorar y está comiendo nuevamente.
David les respondió:―Ayuné y lloré mientras el niño estaba vivo, porque me dije: “Quizás el Señor tendrá misericordia de mí, y dejará vivir al niño”. Pero, ¿por qué he de ayunar si ya ha muerto? ¿Puedo hacerlo revivir acaso? Yo iré a él, pero él no regresará a mí. (2 Samuel 12:16-23)

Esta historia  me deja casi sin palabras. Una vez más reconozco que no puedo  imaginar tremendo dolor. Pero hay mujeres y hombres que sí pueden imaginarlo, pueden evocar y aún volver a llorar pues han vivido una situación muy muy parecida.

Pero hay algo en lo que sí puedo  ponerme a la par de David, y es  en la certeza de las palabras que están registradas en los escritos antiguos: “David oró, suplicó, clamó, ayunó, se pasaba las noches de rodillas en el suelo, delante del Señor” pidiendo ayuda a Dios. Y Dios respondió de una forma que ninguna madre o padre espera. El niño murió. “Yo iré a él,  pero él no regresará a mí”. Dios le da esa convicción a David.


¡Cuanto dolor! Pero a la vez estoy segura de cuánta consolación recibió de parte de Dios.  Pues  solo la consolación de Dios y  su ayuda, permite que  ante un dolor tan  grande, ante una prueba o una pérdida  podamos recibir consuelo y el alivio para nuestros corazones avatidos. El mismo rey David escribió parte de esa experiencia en los escritos antiguos:

Levanto la vista hacia las montañas, ¿viene de allí mi ayuda? ¡Mi ayuda viene del Señor, quien hizo el cielo y la tierra! (Salmo 121:1-2)


Los seres humanos podemos ser muy  diferentes. Aún así nuestras historias pueden conectarse en algún punto de la cronología, y tener la seguridad que Dios no cambia. Dios es el mismo. Dios es el mismo ayer, hoy y por los siglos.

¿Qué es lo que en nuestra vida necesita con urgencia la ayuda y la  intervención de Dios?

¿Cuál es ese problema que nos tiene de rodillas por las noches delante de Dios?

¿Qué prueba mudó nuestro semblante, quitó nuestra risa, o nos dejó en consternación?

Cada uno podría colocar ahí una respuesta.  Yo solo puedo volver a decir: Cree a Dios. Confía en Su Palabra.

He aquí, Dios es el que me ayuda;
El Señor está con los que sostienen mi vida. Salmos 54.7

"El Señor (Dios) está cerca, para salvar a los que tienen el corazón abatido y han perdido la esperanza... Salmos 34.18



Comentarios

  1. El Señor es bueno .gracias por la consolacion de su palabra !!!

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