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El que sostiene mi vida…


Mucho se ha hablado en estos días de muerte, desamparo y soledad. Pero también de sostener, ayudar y acompañar. Mis sentimientos no pueden menos que encontrarse en una  lucha interior que todavía no pasa. Y como soy consciente de eso, elijo parar y mirar al cielo y a mí alrededor una vez más…

Sobrellevar, soportar, resistir, mantener, sustentar, nutrir… Y la lista puede seguir. Todas estas palabras nos remiten a la misma: Sostener. Y de todos los sinónimos que encuentro elijo enfocarme en la palabra “mantener”, porque me da la idea de tiempo, de un tiempo sin reloj en el que puedo descansar de mis emociones encontradas. Y entonces miro al cielo y a mi mente y a  mis oídos llegan estas plegarias:

Cuando los días transcurren como una pesada carga.
Cuando las horas pasan sin poder retenerlas y la angustia es mi  compañía.
Cuando los momentos tranquilos y radiantes parecen haberse alejado de mi.
Cuando los sueños parecen lejanos e imposibles.
Cuando los afectos no son lo que parecían.
Cuando me siento sola.
Cuando no puedo sonreír.
Cuando quiero llorar.

Entonces un pensamiento vuelve a mí.
Palabras de ánimo y fortaleza  se entrelazan  para dar paso a quietud.
La tibieza del sol de este día radiante, me recuerda que nunca estoy ni estaré sola.
Que el sueño de la noche siempre es el preludio del amanecer y que junto con él tal vez  puede llegar lo que anhelé.
Que los afectos se pueden recomponer.
Que ante la soledad puedo ir en busca de Aquel que siempre me espera.
Que mi sonrisa alegra el corazón de Dios, pues él me ama.
Que  Él tomara mis lágrimas y las convertirá pronto en gozo.

¿Por qué tengo está seguridad?  Lo dicen los escritos bíblicos:

He aquí, Dios es que el que me ayuda,
El Señor está entre los que sostienen mi vida.
Salmos 54:4







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