Alguien escribió que somos esclavos de las palabras
que decimos y amos de las que callamos. Aun no puedo estar totalmente de
acuerdo con tales afirmaciones.
Lo que si sé es que las palabras que decimos tienen un efecto y un poder maravilloso si son de afirmación y dadas
con cariño, ternura y amabilidad; pero que causan heridas si son dichas con desdén o falta de respeto o tan solo sin
pensar.
Las palabras
a veces sanan y otras veces causan heridas.
Las palabras registradas en la Biblia, ese
libro antiguo pero a la vez tan
necesario en nuestros días dice: "...Porque los ojos del Señor,
recorren toda la tierra para fortalecer a aquellos cuyo corazón es completamente
suyo"... 2 Crónicas 16:9a
Trato de imaginar la mirada de Dios hacia mi, una mirada amorosa, que llama y que no aleja. Entonces doy gracias por esas palabras escritas.
Trato de imaginar la mirada de Dios hacia mi, una mirada amorosa, que llama y que no aleja. Entonces doy gracias por esas palabras escritas.
Su mirada está atenta a
todo y a todos, tanto que recorre toda la tierra. Entonces confío con todo
mi corazón en esas palabras escritas y
miro a mí alrededor para encontrarme con esa mirada de cuidado y seguridad.
Nada se escapa de su vista,
tanto que fortalece, es decir da fuerzas a aquellos cuyo corazón es de Él. Entonces me arrodillo y
me quedo en completo silencio para recibir su fortaleza.
Las palabras a veces nos dan aliento y otras veces casi nos dejan sin él
Esos libros antiguos registran
muchas palabras que fueron dichas a
personas de aquellos tiempos pero que yo creo que también fueron dichas para nosotros hoy:
Así dice el Señor, el Creador, el que da forma
y consolida todo, el que tiene como nombre “el Señor”: Llámame
y te responderé; te comunicaré cosas importantes y recónditas, que no conoces. Jeremías 33:2-3
Esto me confronta con
mis propias acciones. Las muchas veces que escuché mi nombre, mi profesión, mi
estado civil, lo que soy cada día y ni siquiera me di vuelta para ver de quién
se trataba. Y siento vergüenza por eso. Llámame
y te responderé… me dice Dios. No importa lo que quieras, no importa si es
insignificante o si es extremadamente grande. Yo te responderé. Y te responderé
mirándote a los ojos… Casi puedo “escuchar” a Dios diciéndomelo ahora.
Esto me confronta con
mis propios pensamientos y por lo tanto con las consecuencias de esos
pensamientos. “Te comunicaré cosas
importantes y recónditas, que no conoces” no solo me escucha cuando le
hablo, sino que me responde, esta atento a mis palabras, y además me enseña, me
comunica, me explica, porque todo eso y mucho más es comunicar
cosas importantes que yo no conozco. No es un escuchar de paso, no es
responder lo primero que viene a Su corazón, es responder y explicar, es
responder y conversar, es hablar para conocernos. Parece increíble. Pero no lo
es. Es la relación de personas que se tienen cariño. Es la relación de... el Creador, el que da forma y consolida todo, el que tiene como nombre “el Señor" conmigo. Pero
claro, tengo que “llamarlo”, tengo que
reconocer que lo necesito…
Tienen efecto las palabras ¿verdad?
¿Alguien te ha dicho
palabras sanadoras?
¿Alguien te ha dicho
palabras que dejaron heridas?
¿Escuchaste palabras de aliento en estos días?
Aquí te presento a
Dios, que hoy tiene palabras de afirmación, amor y ternura. Sería bueno que
lo "llames". Con seguridad está dispuesto a responderte…
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